La obra presente muestra a Calixto sobre lo que alguna vez pudo llamar su hogar, y que ahora solo se observa la ceniza recorriendo las tierras que alguna vez camino y acompañado por el eco de las llamas consumiendo la madera de mil hogareños. Flotando como una diosa imponente sostiene con delicadeza su tesoro más anhelado al igual que sufrido que eran los cuarzos de Aegard. Tesoro que la consumió al pasar del tiempo al punto de quebrantar su cuerpo para dejar fluir la poca alma que le sobraba. En su otra mano sostiene con brutalidad, pero con elegancia lo que alguna vez admiro y amo: a su padre; cuyo cuerpo corpulento, envejecido y en sangrentado cuelga al igual que una lampara vieja en medio de la tormenta. Además que la cabeza del viejo se encuentra ausente, ya que su propia hija rechazaba la expresión de temor e indignación de su padre, ya que no entendía como un sabio como él podía haber terminar siendo otro ingenuo e hipócrita jefe al negar ver lo que ella había conseguido "la libertad del inocente". Puesto a que la libertad no es más que otro cuenta escupido por los viejos jefes. Ya que si la libertad fuera de uno mismo, entonces se no estaría protegiendo ni alabando a unas "estúpidas piedras", sino que uno las domaría y las haría suyas. Porque si la libertad existiera solo seria digna de poseer por aquellos que están dispuesto a sangrar por ella. Al final, ella no se veía ni se sentía como una tirana, ni como una asesina, ni cerca de ser un "monstruo", sino que ella se veía como la única verdad y poder absoluto, y por eso mismo era la representación purifica de la libertad. Por eso mismo, en el momento en que padre e hija estuvieron cara a cara, su padre se trago su temor y tomo fuerzas de donde no había para dirigir su mano sobre el cachete de su hija, suspirando con un gran dolor. De la misma forma, su hija que lo sostenía del cuello, dejo ir su frialdad, y prosiguió en hacer lo mismo, diciéndole, "Querido padre, sino puedes ver más que tormentas, entonces no eres digno de ver el sol..." Entonces su mano que se encontraba en el cachete de su padre sostuvo el lado izquierda de su mandíbula y lo jalo con tal rapidez que desprendió con facilidad la cabeza de su padre. Al final, Calixto queda contemplando el nuevo reino que surgirá del lugar que dio origen a su odisea.
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