El texto que se me dio para hacer el dibujo fue este:
La calle vacía, las habitaciones repletas y las luces de cada ventana encendidas. Los nobles castillos cuyas empedradas murallas ahogan los gritos agónicos de los mendigos se entrevén a la lejanía. No hay música en los exuberantes salones, las prendas de gala se han guardado en un armario. Quienes alguna vez se vieron como reyes ahora son prisioneros sentenciados a compartir celda con el peor de sus enemigos: sus propios seres. La melancolía del pasado siempre existente en la memoria del presente, porque quien no pierde no llora, y el que llora lo hace lamentándose el haber perdido. En eso nos hemos convertido, en reflejos de lo que subestimamos, de lo que alguna vez amamos imperceptiblemente. Ese perro que alguna vez mostró su pelaje reluciente a sus visitantes de caricia insistente, que no necesitaba de peaje para emprender el viaje que su libertad deseara, está en medio de una desolación no justificada a la par que súbita. Pareciera que todo se ha ido, aunque quizás realmente ha renacido.
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